Ayer fue la más reciente de todas, fue más evidente que las anteriores, era una herida fresca, dolorosa y ardiente.

Todo comenzó con un picazón. Comencé a rascarme y la comezón se extendía con un ardor profundo, pensé que me encontraba gravemente herido así que puse en pausa la serie de televisión que había rentado para examinar la herida.

Un punto rojo escondido detrás de los vellos de la parte superior de mi antebrazo izquierdo. Un punto rojo en el lugar en donde debería de encontrarse mi piel. "un piquete o un granito que me rasqué" pensé. Sin embargo nunca había sentido tal profundidad de ardor por una herida tan pequeña como esta.

Con anterioridad he encontrado pequeñas cicatrices de dudosa procedencia tatuadas en mi piel, cuando lo hago, las toco y examino, intentando recordar cuando me sucedieron. Normalmente me bloqueo, simplemente no lo recuerdo y la cicatriz pierde importancia, al igual que su procedencia y su exacta ubicación en mi cuerpo.

Con la última herida misteriosa algo era sumamente diferente, no había cicatrizado, por lo que no podía dejar de otorgarle la importancia que se merecía.

Mientras seguía observando este punto específico en mi brazo, noté que la herida se prolongaba un poco más, como si me hubiese cortado superficialmente con un objeto punzante (no punzo cortante, sólo punzante) tomé fotografías de la herida para no perderla de vista. Ya eran muchas las cicatrices que buscaba en mi piel al día siguiente y perdía el interés al no encontrarlas.

Sin saber que es lo que me estaba sucediendo, preocupado; sobretodo alarmado, comencé a chupar y succionar la herida, no sabía como había ocurrido el pequeño accidente pero el hecho era que me ardía más de lo normal y mientras la lamía con ese instinto animal noté que el sabor de la herida era distinto, completamente distinto al de otras que antes había contenido de esta misma manera. La sangre tenía un sabor más alcalino de lo normal.

Seguramente me corté con un objeto metálico (no tengo idea por que razón pensé esto pero es cierto que el sabor y la naturaleza de la marca me dieron ese presentimiento, o “postsentimiento” para este caso)

Me levanté del sillón y me aproximé a la cocina, buscando desesperado cualquier objeto que encajara con la descripción de mi subconsciente pero no encontré nada. ¡Cómo me ardía!, era como si m brazo estuviese en llamas, abrí el refrigerador, saqué un envase de leche y lo presioné contra la herida. El efecto fue inmediato; sentí un alivio; una frescura inmediata.

Regresé al sillón con el cartón de leche pegado a mi brazo dispuesto a reanudar mi pasatiempo frente a la televisión, mi único pasatiempo. acercándome a la "caja idiota", como suelen decirle erróneamente, noté lo ridículo que me veía sosteniendo el cartón de leche sobre mi brazo mientras observaba mi reflejo distorsionado en su pantalla.

"¡Pero que bruto eres!" me dije a mi mismo, "Tú con tu cartoncito de leche, que tonto, ¡tienes un congelador, Tienes hielo!" exactamente, recapacité y con la mente más clara puede darme cuenta de lo tonto que era mi remedio casero. Yo tenía hielo en el congelador, hielo que seguramente estaría pegado y abultado. "seguramente necesitaré de mi picah…" Una avalancha de recuerdos espeluznantes prendió una mecha en mi cuerpo.

Corrí queriendo escapar de la realidad, corrí hacia el congelador, sin creer aún que aquellas revivencias inundadas de sangre y dolor se trataran de una revelación oculta de mi mente; de mi memoria. Corría sintiendo la culpa y el remordimiento en el peso de mis pies, con miedo de abrir y encontrar la realidad, pesadillas, una por cada cicatriz convertidas en realidad, una cicatriz por cada culminación de mi otro pasatiempo, una marca de guerra, una señal de logro y satisfacción.

"¡Uno, Dos, Tres!" abrí el congelador, no había nada más que una bolsa de hielo y un helado olvidado. Alivio y tranquilidad, separaba la ficción de la realidad en mi cabeza mientras buscaba un picahielo y un tesoro dentro del congelador de mi nuevo departamento. "¡Qué locura!" me aproximé a tomar el helado olvidado y noté que detrás de la bolsa se encontraba mi puntiaguda herramienta, la tomé con precaución, con miedo de descubrir de nuevo una traza de realidad que corroborara la autenticidad de mis pesadillas. Con el helado en una mano y el picahielo en la otra utilicé mis dedos libres (que sumaban 5 entre las dos manos) para sacar la bolsa de hielo del congelador. No duró más de tres segundos la bolsa en mis manos y cayó al suelo, chilló y gritó como si estuviese viva, "perfecto ya no necesito el picahielo, solo necesito un pedacito de hielo roto para curar mi herida" mientras leía el contenido energético en la envoltura de mi helado tomaba un hielo de la bolsa, tenía que ser de buen tamaño así que probé varios, con el tacto, despreciando los que no cumplían con las expectativas de apagar el fuego de mi pequeña herida.

"¡al fin!" encontré un trozo de perfecto tamaño, pero de forma extraña, era curvo en todos los ángulos, terminé de leer la envoltura y volteé la mirada hacia mi otra mano.

Ahí me encontraba, frente a un congelador abierto, petrificado y horrorizado, con un picahielo y un helado en una mano; un ojo humano en la otra. cuando estaba a punto de quebrarme por completo y comenzar a gritar horrorizado sentí la suavidad inusual del nuevo objeto que había encontrado, no llevaba mucho tiempo en el congelador, se sentía frío pero aún estaba suave. Esta sensación me cautivó enormemente, respiré profundamente y aún acariciando una pupila muerta con la punta de mi dedo gordo, logré conservar la compustura.

Después de todo si tenía yo otro pasatiempo, no busqué más piezas dentro de la bolsa, porque ahora lo comprendía todo, sabía lo que hallaría. Había encontrado el origen de mis heridas, de tantas y tantas heridas que parecían insignificantes; ahora estas cicatrices me ayudaban a recordar, a sentirme orgulloso, triunfador. ¡Estas cicatrices y el contenido de la bolsa de hielo eran mis trofeos!

Guardé la bolsa y mi instrumento de trabajo; cerré el congelador y regresé al sillón para poder disfrutar al mismo tiempo de mi serie favorita, del ardor de mi herida y del helado habá encontrado.